Ambas
dominaron la carrera (750 metros de nado, 20 km de ciclismo y 5 km de carrera)
de principio a fin, a pesar del intenso calor q reinaba en la bahía de Odaiba,
con una sensación térmica de 34 grados centígrados y una humedad del 86%. Del
agua salieron primeras, en la bicicleta impusieron un ritmo frenético q las
afianzó en cabeza y en la carrera a pie siguieron ampliando su diferencia para
parar el cronómetro en 1h 07m 15s. La plata fue para las italianas Anna Barbaro
y su guía Charlotte Bonin mientras q el bronce se lo llevaron la francesa
Annouck Curzillat y la guía Celine Bousrez
“Es
una pasada, no se puede explicar con palabras lo q sientes en el podio. Es
increíble, tienes el corazón en un puño. Es el momento en el q te lo empiezas a
creer”, ha confesado la triatleta gallega q admite lo estresante q ha sido la
preparación. “Ahora intentaré relajarme y tratar de recuperar las piernas.
Necesito mantener la calma, xq esta situación (ganar el oro) me dio mucha
adrenalina”. Con este triunfo, Rodríguez amplia un palmarés q incluye un
campeonato de Europa (2019) y tres del mundo (2012, 2018 y 2019), así como un
diploma paralímpico en los Juegos de Río de Janeiro 2016 con un quinto puesto
junto a su guía en aquel momento, Mabel Gallardo
Rodríguez
no entiende su vida sin sus dos grandes pasiones: el deporte y la medicina. Se
diplomó en fisioterapia en Vigo y posteriormente decidió profundizar en el
cuidado y preparar el MIR (médico interno residente) para trabajar como médica
interna residente de medicina física y rehabilitación. Esto lo compaginaba con
el sueño de poder representar a España en unos Juegos Paralímpicos
Sin
embargo, sufrió un duro revés en Pekín 2008, cuando el equipo de atletismo
decidió prescindir de ella a pesar de tener marca. “Al principio me pareció muy
mal. Pero pensé q debía buscarme una vida alternativa y empecé a estudiar
Medicina. No creo q hubiera dado el paso tampoco a pasarme a triatlón”, dijo
Rodriguez en una entrevista reciente. Esas ganas e insistencia le permitieron
hacer realidad esa fantasía en Río 2016: “Desde q tengo memoria sé q el
esfuerzo me acerca a lo q quiero. Puedes no conseguirlo todo, pero yo supe a la
vez q no veía y q con trabajo conseguía hacer las mismas cosas q los demás”
Nació
con albinismo óculo-cutáneo, una enfermedad q limita su visión a menos del 5%
en un ojo y del 8% en el otro, lo q es considerado una ceguera legal. Esto hizo
q su infancia no fuera nada fácil. De niña competía con su hermana y con sus
compañeros de clase xq quería ser como los demás. Sin embargo, en el colegio
ella era de las mejores estudiantes, lo q le colocaba en la diana de muchos de
sus compañeros q ya la hacían “bullying” x ser diferente: “Había un
profe q me ponía de ejemplo: ‘No ve y lo hace mejor q los demás’. No tenía
maldad, pero eso no jugó a mi favor”
Reconoce
q durante la pandemia lo pasó mal xq tuvo q interrumpir toda su vida
deportista: “En deporte no puedes teletrabajar y si dejas de entrenarte pierdes
todo lo entrenado, q es todo”. Ella tuvo alguna ayuda y pudo hacerse un pequeño
lugar de entrenamiento en casa gracias a la cinta de correr q le prestó el
comité paralímpico y una máquina de remo q le prestó un gimnasio de Vigo
Está
convencida de q la mejor manera de ayudar a personas con discapacidad es dando
libertad. X eso tenía tan buena relación con sus padres, un médico anestesista
y una maestra. “Tienden a sobreproteger, y más a personas con discapacidad,
pero el carácter puede. Fueron muy valientes”, confiesa Rodríguez al poner como
ejemplo el fútbol: “Con 11 años quería jugar y necesitaba una autorización. Me
dijeron q no creían q fuera apropiado, pero la firmaron”. Pronto comprendió q era
una locura, aunque eso no ha hecho q disminuya su afición x el balompié, en
concreto x el Real Madrid. Una pasión q le ha transmitido su padre