Nos
recorrió un escalofrío al ver x vez primera la torre de San Miguel desde las
afueras del pueblo de Imiruri. Seguimos x un pequeño camino de tierra hasta un
punto en el q ya no se podía seguir adelante con el coche. Esos pocos metros
los hicimos caminando x el sendero q conducía al pueblo, dejando a los
laterales varios campos de trigo. Ir con Caritina era especial y el hecho de q
nos saliese un pájaro de entre las espigas doradas, nos dio el primero de los
sustos… Jajaja, menudo grito pegó Caritina y yo con ella al no esperarme esa
reacción
La
entrada al pueblo está cerrada x una alambrada, abrimos la puerta y acto seguido
la cerramos de nuevo, no se fuera a escapar el gato… Seguimos un sendero q conducía
a la torre, el único edificio q queda en pie en este pueblo, mientras q del
resto solo quedan algunas paredes de lo q en algún día albergaron las viviendas
de los escasos habitantes del pueblo
Nuestra
primera parada fue la torre, como no… Allí nos fuimos acercando poco a poco, rodeándola
y viendo el acceso para entrar en ella. Pensaba q habría quizás alguna escalera
para poder subir a lo alto del campanario, pero no, solamente se puede entrar
al pequeño espacio cuadrangular y contemplar los grafitis de la gente y mirando
hacia arriba, las escasas tablas q en su día fueron el suelo para poder
ascender a lo alto. Nada más…
Aquí
nos empezamos a realizar fotografías y algún video. Nuevamente Caritina me dio
un susto al pegar un grito cuando estábamos en el interior de la torre. Un plástico
q colgaba de una de las tablas fue el responsable…
Estuvimos
descansando a los pies de la torre, sentados sobre una piedra. En ese momento
no había nadie alrededor, solamente estábamos nosotros en ese paraje y los dos
fuimos testigos de algo q cayó de la torre y un grito leve, pero un grito.
Caritina y yo nos miramos y yo me levanté de la piedra, x si acaso… No le dimos
mayor importancia
La
siguiente visita fue a la ermita de Burgondo. No sabíamos muy bien donde se
encontraba, pero sabíamos q estaba en lo alto de la colina. Hasta allí q fuimos.
Cuando la localizamos flipamos x el estado en el q se encontraba, pues desde q
se quemó en el año 1983, no se decidió restaurar y su estado es deplorable, una
pena la verdad. Sus muros están venciendo las fuerzas de sus sillares y es más
pronto q tarde q se caiga x completo el único arco de medio punto q aun queda
visible. El lugar ha sido profanado, hay restos de rituales satánicos, grafitis…
Pero el lugar es un enclave precioso x las encinas q lo rodean dejando una
fresca sombra para el descanso, en un día en el q el sol calentaba de lo lindo.
Repusimos fuerzas comiendo regalices y un Red Bull
La
siguiente parada era la necrópolis, un espacio con algunas tumbas antropomórficas
q no ubicábamos muy bien, nos guiamos x las fotos de “Google Maps” y la pericia
de Caritina, q las “ubicó” mediante la forma del corte de la montaña. Según el “Google
Maps” se encontraban cerca de la torre de San Miguel, pero más tarde nos dimos
cuenta q no, q se encontraban al otro lado del río… Así q con el GPS dándonos las
instrucciones, nos pusimos en marcha bajando la ladera hasta la torre de nuevo.
Cuando llegamos a la planicie donde se encontraba la torre, Caritina decidió
hacer una videollamada para contar a unos amigos donde se encontraba. Acertaron
de pleno, pues también les gusta el misterio y lo conocían. Cuando Caritina se
iba acercando a la torre y se disponía a entrar en ella, yo q estaba detrás fui
lentamente para darle un susto x detrás mientras le agarraba la pierna, pero un
segundo antes de hacerlo, el GPS perdió conexión e hizo un sonido de q no disponía
de cobertura. En ese mismo instante, la videollamada de Caritina también se
cortó…
Estábamos
al aire libre, solamente íbamos a entrar a la torre, pero los dos dispositivos electrónicos
perdieron la conexión… ¿Misterio? Quizás, no sabemos. Lo q si sabemos es q
hacía muchísimo calor y no pudimos encontrar la necrópolis, x lo q nos fuimos
sin hallarla… Quizás en otra ocasión podamos encontrarla
Para
los amantes del misterio, este pueblo sufrió tres epidemias en apenas escasos
años, en 1860, en 1864 y en 1870 de tifus, viruela y cólera respectivamente. La
más mortífera fue la última, pues hubo tantos cadáveres q no cogían en el
cementerio, tuvieron q enterrarlos en las laderas del pueblo. Un dato curioso
es q las epidemias solamente afectaron a este pueblo y no a ningún otro de los alrededores.
El último habitante de Ochate abandonó el pueblo en 1936. El pueblo volvió a
ser conocido x las supuestas luces q se avistaron en la década de los 80 y las psicofonías
q se han grabado en el lugar de mujeres y niños q gritan “Kanpora” (“fuera” en
vasco) o “Q hace aun la puerta cerrada?”