jueves, 28 de noviembre de 2019

La SoLeDaD, La ePiDeMia De La GeNTe MaYoR…



Lleva tres días sentada en un banco de El Arenal, en medio del asombro generalizado, de miradas de extrañeza x parte de transeúntes a quien su pose hierática ha dado mala espina. Y no es para menos. Mercedes es de silicona (vertida sobre un molde de yeso dental) y lleva hasta diez capas de pintura. Al menos la de mentiras, xq la real vive a escasos portales de su gemela. Eso sí, cuando se las ve juntas, son como dos gotas de agua: cada lunar en su sitio, lo mismo q las arrugas o el nacimiento del cuero cabelludo. Su autor es el mexicano Rubén Orozco, escultor hiperrealista, q se ha servido de fotografías y entrevistas personales para q esta ilusión cobre vida. Para atrapar su alma

Mercedes es desde esta semana el rostro de la soledad no deseada, esa soledad invisible q crece a nuestro alrededor, pero en la q nunca o casi nunca reparamos. Mercedes es bilbaína, pero eso no debe distraernos, su caso es extrapolable a todo el mundo: millones de personas sufren los efectos de una epidemia q se alimenta de los usos y costumbres de una sociedad cada vez más independiente, donde el desarraigo y el exceso de trabajo abonan el desapego hacia los mayores. La soledad es mucho más q quedarse solo, la sufren incluso quienes, rodeados de la familia, no cuentan con amistades de su edad, de gente con intereses comunes. Mata a más gente q el alcohol, el tabaco o la obesidad. Pero es “invisible”, describen en la Obra Social de la “BBK”, artífice de la iniciativa, q ha recurrido a este trampantojo para poner el foco sobre una realidad q a menudo pasa desapercibida

Quizá lo q más sorprende de este estado de ánimo, q en mayor o menor medida a ninguno nos es ajeno, es el desconocimiento q planea sobre él. “En torno a la soledad de los mayores nos imaginamos historias oscuras, protagonizadas x personas pobres en todos los sentidos; hurañas, desagradables, q no socializan y q carecen de un recorrido vital interesante”, describe la psicóloga de “Cáritas” María Pilar Castro. Pero la realidad es infinitamente más compleja, quizá xq entre el blanco y el negro hay siempre sesenta grises intermedios. La elección de Mercedes tiene x objeto “romper este molde, desestigmatizar, x q la vejez nos llega a todos y todos sufrimos pérdidas constantes”

Y es q esta bilbaína no encaja en este estereotipo, un cliché sobado q parece hecho a la medida de gente q se abandona. Mercedes, 88 años, es una mujer vital q habla cuatro idiomas y cuya trayectoria daría para varias novelas. La mayor de ocho hermanos, su infancia transcurrió en el seno de una familia acomodada, “siempre rodeada de padres, abuelos, tíos, primos... Todos estaban alrededor. No como ahora, q cuando los hijos se casan y el marido fallece, te quedas sola. A eso ha quedado reducida la familia”, desliza

Y no es q Mercedes eche en falta un marido o descendencia propia (“nunca me casé y los hijos, visto lo visto, a veces pienso q es hasta mejor no haber tenido”); pero sí q en ocasiones es presa de la nostalgia, de la melancolía, “xq los recuerdos te ayudan a salir adelante, pero también hay muchos q te provocan una profunda tristeza”. Ella sabe mucho de unos y de otros. Vivió un año en Francia, cuidando de las “tres niñas preciosas” de una familia, q la trataba como una hija más y con quien iba al cine, a la ópera, a restaurantes, a bodas elegantísimas... Cuando regresó no podía x menos q preguntarse “¿q hago yo aquí?”. Marchó entonces a Londres, donde pasó siete años trabajando primero como “au pair” y luego en el Fulham, “un hospital estupendo de cáncer, corazón y pulmón”. Dando muestras de una versatilidad envidiable (sólo había cursado hasta 6º de Bachillerato, “antes q las niñas estudiaran no era una prioridad, el objetivo era casarlas”) pasó también x el “Picadilly Palace” y el “Savoy”, dos hoteles donde se introdujo para adquirir los rudimentos de un oficio q luego le vendrían de perlas en Mallorca, donde acabó de gobernanta y del q pasaría a la multinacional inglesa “Dunlop Ibérica”, de donde ya no se movería en 22 años, “hasta la brutal reconversión industrial q tuvimos”. Mercedes nunca se adocenó. Estudió mecanografía, taquigrafía... Cuando se quedó en el paro se sacó el graduado escolar en una academia nocturna “y allí me pilló el golpe de Estado del 23-F”. Genio y figura

Ahora, todos esos recuerdos le asaltan en su piso del Casco Viejo, donde la soledad se ha adueñado hasta del último rincón de la casa, con la única excepción de una empleada municipal q la ayuda dos días x semana con la plancha, la cama, la limpieza... Y de Ana, la voluntaria de “Cáritas”, cuya sola mención le ilumina el rostro. Está siempre pendiente de lo q necesite, lo mismo cuando toca hacer el pedido q al salir a la calle con el carrito, “xq ya me canso”. A Mercedes le visitan de vez en cuando sus sobrinos, “pero la soledad va más allá (relata Ana). A veces no basta la familia, hace falta gente q participe de tus preocupaciones y con la q conectes. Es como esos transistores antiguos, q mueves el dial, pero a los q cuesta sintonizar”

La residencia no es una opción. “Prefiero morirme sola en casa”, exclama espantada mientras recuerda su paso efímero x una de ellas, “las internas en silla de ruedas abandonadas en los pasillos”. Su plan de vida lo vertebran ahora la radio x las mañanas y la televisión a las tardes (su serie preferida es una policiaca, “Servir y proteger”) y aunque ha sido siempre una lectora empedernida, una reciente operación de cataratas le impide cultivar su afición. No lo lleva bien. “Hay días q no intercambio una sola palabra con nadie, de la mañana a la noche. Es lo más terrible q te puedes imaginar”, explica mientras recorre arriba y abajo una casa pequeña, de pasillo diminuto, salpicada de retratos de familia donde el paso del tiempo ha corrido una pátina amarillenta

No le gusta mucho la cocina, aunque sus fogones saben de su querencia x los arroces con verduras, la lengua con berenjenas... ¡y las trufas! “Están para chuparse los dedos, x navidades hago hasta cuatro kilos (revela orgullosa), me los quitan de las manos. Mercedes se considera una persona “religiosa, pero sin misticismos (aclara). Tengo a Dios conmigo todo el día, pero lo vivo a mi manera”. Eso sí, cada noche, cuando se acuesta en la cama y las sombras lo envuelven todo, reza con toda su alma: “Ángel de la guarda, dulce compañía, no me desampares ni de noche ni de día; no me dejes sola q si no me perdería...”