Lleva
tres días sentada en un banco de El Arenal, en medio del asombro generalizado,
de miradas de extrañeza x parte de transeúntes a quien su pose hierática ha
dado mala espina. Y no es para menos. Mercedes es de silicona (vertida
sobre un molde de yeso dental) y lleva hasta diez capas de pintura. Al menos la
de mentiras, xq la real vive a escasos portales de su gemela. Eso
sí, cuando se las ve juntas, son como dos gotas de agua: cada lunar en su
sitio, lo mismo q las arrugas o el nacimiento del cuero cabelludo. Su autor es
el mexicano Rubén Orozco, escultor hiperrealista, q se ha servido de
fotografías y entrevistas personales para q esta ilusión cobre vida. Para
atrapar su alma
Mercedes
es desde esta semana el rostro de la soledad no deseada, esa soledad invisible
q crece a nuestro alrededor, pero en la q nunca o casi nunca reparamos.
Mercedes es bilbaína, pero eso no debe distraernos, su caso es
extrapolable a todo el mundo: millones de personas sufren los efectos de
una epidemia q se alimenta de los usos y costumbres de una sociedad cada vez
más independiente, donde el desarraigo y el exceso de trabajo abonan el
desapego hacia los mayores. La soledad es mucho más q quedarse solo, la sufren
incluso quienes, rodeados de la familia, no cuentan con amistades de su edad,
de gente con intereses comunes. Mata a más gente q el alcohol, el tabaco o la
obesidad. Pero es “invisible”, describen en la Obra Social de la “BBK”,
artífice de la iniciativa, q ha recurrido a este trampantojo para poner el foco
sobre una realidad q a menudo pasa desapercibida
Quizá
lo q más sorprende de este estado de ánimo, q en mayor o menor medida a ninguno
nos es ajeno, es el desconocimiento q planea sobre él. “En torno a la
soledad de los mayores nos imaginamos historias oscuras, protagonizadas x
personas pobres en todos los sentidos; hurañas, desagradables, q no
socializan y q carecen de un recorrido vital interesante”, describe la
psicóloga de “Cáritas” María Pilar Castro. Pero la realidad es infinitamente
más compleja, quizá xq entre el blanco y el negro hay siempre sesenta grises
intermedios. La elección de Mercedes tiene x objeto “romper este molde,
desestigmatizar, x q la vejez nos llega a todos y todos sufrimos pérdidas
constantes”
Y
es q esta bilbaína no encaja en este estereotipo, un cliché sobado q parece
hecho a la medida de gente q se abandona. Mercedes, 88 años, es una mujer
vital q habla cuatro idiomas y cuya trayectoria daría para
varias novelas. La mayor de ocho hermanos, su infancia transcurrió en el seno
de una familia acomodada, “siempre rodeada de padres, abuelos, tíos, primos...
Todos estaban alrededor. No como ahora, q cuando los hijos se casan y el
marido fallece, te quedas sola. A eso ha quedado reducida la familia”, desliza
Y
no es q Mercedes eche en falta un marido o descendencia propia (“nunca me casé
y los hijos, visto lo visto, a veces pienso q es hasta mejor no haber tenido”);
pero sí q en ocasiones es presa de la nostalgia, de la melancolía, “xq los
recuerdos te ayudan a salir adelante, pero también hay muchos q te provocan una
profunda tristeza”. Ella sabe mucho de unos y de otros. Vivió un año en
Francia, cuidando de las “tres niñas preciosas” de una familia, q la trataba
como una hija más y con quien iba al cine, a la ópera, a restaurantes, a bodas
elegantísimas... Cuando regresó no podía x menos q preguntarse “¿q hago yo
aquí?”. Marchó entonces a Londres, donde pasó siete años trabajando primero
como “au pair” y luego en el Fulham, “un hospital estupendo de cáncer, corazón
y pulmón”. Dando muestras de una versatilidad envidiable (sólo había cursado
hasta 6º de Bachillerato, “antes q las niñas estudiaran no era una prioridad,
el objetivo era casarlas”) pasó también x el “Picadilly Palace” y el “Savoy”,
dos hoteles donde se introdujo para adquirir los rudimentos de un oficio q
luego le vendrían de perlas en Mallorca, donde acabó de gobernanta y del q
pasaría a la multinacional inglesa “Dunlop Ibérica”, de donde ya no se movería
en 22 años, “hasta la brutal reconversión industrial q tuvimos”. Mercedes nunca
se adocenó. Estudió mecanografía, taquigrafía... Cuando se quedó en el paro se
sacó el graduado escolar en una academia nocturna “y allí me pilló el golpe de
Estado del 23-F”. Genio y figura
Ahora, todos
esos recuerdos le asaltan en su piso del Casco Viejo, donde la soledad se ha
adueñado hasta del último rincón de la casa, con la única excepción de una
empleada municipal q la ayuda dos días x semana con la plancha, la cama, la
limpieza... Y de Ana, la voluntaria de “Cáritas”, cuya sola mención le ilumina
el rostro. Está siempre pendiente de lo q necesite, lo mismo cuando toca hacer
el pedido q al salir a la calle con el carrito, “xq ya me canso”. A
Mercedes le visitan de vez en cuando sus sobrinos, “pero la soledad va más
allá (relata Ana). A veces no basta la familia, hace falta gente q
participe de tus preocupaciones y con la q conectes. Es como esos transistores
antiguos, q mueves el dial, pero a los q cuesta sintonizar”
La
residencia no es una opción. “Prefiero morirme sola en casa”, exclama
espantada mientras recuerda su paso efímero x una de ellas, “las internas en
silla de ruedas abandonadas en los pasillos”. Su plan de vida lo vertebran
ahora la radio x las mañanas y la televisión a las tardes (su serie preferida es
una policiaca, “Servir y proteger”) y aunque ha sido siempre una lectora
empedernida, una reciente operación de cataratas le impide cultivar su afición.
No lo lleva bien. “Hay días q no intercambio una sola palabra con nadie, de la
mañana a la noche. Es lo más terrible q te puedes imaginar”, explica mientras
recorre arriba y abajo una casa pequeña, de pasillo diminuto, salpicada de
retratos de familia donde el paso del tiempo ha corrido una pátina amarillenta
No
le gusta mucho la cocina, aunque sus fogones saben de su querencia x los
arroces con verduras, la lengua con berenjenas... ¡y las trufas! “Están para
chuparse los dedos, x navidades hago hasta cuatro kilos (revela orgullosa), me
los quitan de las manos. Mercedes se considera una persona “religiosa, pero sin
misticismos (aclara). Tengo a Dios conmigo todo el día, pero lo vivo a mi
manera”. Eso sí, cada noche, cuando se acuesta en la cama y las sombras lo
envuelven todo, reza con toda su alma: “Ángel de la guarda, dulce compañía, no
me desampares ni de noche ni de día; no me dejes sola q si no me perdería...”