Woody
siempre ha tenido claro cuál es su labor en el mundo y su prioridad: cuidar a
su dueño, ya sea Andy o Bonnie. Pero cuando Bonnie añade a Forky, un nuevo
juguete de fabricación propia, a su habitación, arranca una nueva aventura que
servirá para que los viejos y nuevos amigos le enseñen a Woody lo grande q
puede ser el mundo para un juguete
Siempre
me ha intrigado q en un mundo actual donde los niños se entretienen con tabletas
y sofisticados aparatos conectados a Internet, el de “Toy Story”, esté
habitado x modelos del ayer, plástico vintage y artesanía con cuerda, resortes
y modestia articulada. La respuesta, madurada película a película, es q esta
saga es voluntariamente material de otra época. O q en realidad sucede en un
lugar de clasicismo atemporal donde la infancia pasa (muere) mientras los
juguetes parecen atrapados en una eternidad sin final q han asumido sin llegar
del todo a comprender
“Toy
Story 4” es la entrega q más incide en esa irrealidad y en esa deuda con
un cine añejo q ha desaparecido del todo de nuestras vidas como algunos de
aquellos muñecos q alimentaron nuestra imaginación de pequeños. Ambientada, no x
casualidad, en la feria de una población de esa América rural idealizada
(inexistente), con una noria q ilumina la noche, con sombras entre las casetas
y alegría pasajera, la película es un insólito revival de Carrusel. Una
tienda de antigüedades toma el relevo del Purgatorio, y la historia de
amor (de lo q hacemos, sacrificamos x tener ese amor) es la q logra q sus
inanimados protagonistas se descubran a sí mismos entre slapstick, humor y una
serena aceptación de su fin. “Toy Story 4” (q resume las tres
anteriores en una fordiana conversación nocturna en una carretera solitaria) se
convierte en un emocionante y autorreflexivo epílogo. O en un nuevo comienzo…
Sin
palabras, no me esperaba ese final… Primero Bambi y ¿ahora esto? ¡¡¡Woodyyy
xq!!! Aunque lo entiendo perfectamente…