Imagina q estás flotando tan a gusto
en la piscina y algo te acaricia, te hace cosquillitas en cuello. No, no es tu
chica o tu chico pidiendo guerra: es la criatura más aterradora q te puedas
imaginar, q se ha encariñado de ti. Además de ser peludas, grandes y feas, las
arañas de tela de embudo o araña de Sídney (funnel web spiders), diplúridos del
genero Atrax, de los q se conocen varias especies, entre ellas Atrax
formidabilis y la aún más peligrosa Atrax robustus, tienen malas
pulgas y, al verse amenazadas, se encabritan alzándose sobre sus patas traseras
y mostrando los enormes y negros quelíceros con los q despedazan a sus presas
Cuando ataca, se agarra con sus
fuertes y peludas patas a la víctima mientras le hinca una y otra vez los
colmillos, duros como dagas y capaces de atravesar la uña de un pie; la
mordedura es tan profunda, q cuesta trabajo arrancar la araña de su víctima. Su
veneno es neurotóxico, y contiene delta-atracotoxina, un inhibidor de las
transmisiones nerviosas letal para los primates (los seres humanos somos
primates), aunque inocuo para perros, gatos y otros mamíferos. La toxina
comienza a hacer efecto en apenas dos minutos, y si no se aplica el antídoto,
la muerte, x parada respiratoria, se puede producir en menos de dos horas…
X fortuna para quienes no vivimos en
Sídney, el territorio de la araña de tela de embudo es la región de
Queensland, al este de Australia, donde construyen sus nidos infundibuliformes
en el interior de las viviendas humanas, en los jardines, detrás de los sofás,
debajo de las camas, entre las toallas del cuarto de baño y sitios así. Su
rincón favorito son los sumideros de las piscinas, justo donde te agarras
cuando paras un rato para descansar entre largo y largo. Como casi todos los
australianos, la araña de Sídney es una buena nadadora, y puede sobrevivir un
tiempo bajo el agua gracias a las burbujas de aire q atrapa entre los pelos de
su abdomen. También le gusta corretear x el fondo, jugando al pilla-pilla con
los dedos de los pies. En la literatura médica hay descritos al menos trece
casos mortales debidos a su picadura, aunque desde el descubrimiento del
antídoto, en los años 80, no se han registrado más muertes