Los
atardeceres otoñales de algunas zonas de España cobran un interés inusitado: enormes bandadas
de estorninos forman una de las más espectaculares coreografías, dibujando
acrobacias, elevándose, retorciéndose y pintando el cielo de formas q hacen
volar nuestra imaginación y q nos sumen en un estado de hipnosis. Un regalo de
la naturaleza
Los
estorninos forman agrupaciones q en algunos casos alcanzan los cuarenta mil
ejemplares, lo cual no es óbice para q se mueven con una sincronía
perfecta. A diferencia de lo q sucede con los patos o los gansos no existe la
figura del líder, q marque el compás q debe seguir el grupo
En
los cielos pueden verse dos especies, el pinto (Sturnus vulgaris) y el negro (Sturnus
unicolor), aunque muchas veces las bandadas son mixtas, formadas x miembros de
ambas especies. A pesar de sus impresionantes vuelos no son bien recibidos x
todos, hay algunos detractores q se quejan de la gran cantidad de excrementos q
depositan con inusitada profusión y, otros, de sus desagradables chirridos. Precisamente
la algarabía de los dormideros ha suscitado q los anglosajones hayan bautizado
a estas bandadas como “murmuraciones”
La
filosofía q rige sus vuelos se puede resumir en una máxima: la unión hace la
fuerza. Son aves muy gregarias, de pequeño tamaño (en torno a los veinte
centímetros) q deben competir con halcones, águilas calzadas o aguiluchos
lagunones, unos depredadores q les duplican en tamaño
Los
estorninos han conseguido defenderse gracias a las matemáticas: se rodean
de otras seis aves de su misma especie, las cuales se mantiene a una distancia
estable, constituyendo una formación impenetrable. Además, las bandadas reducen
el escaso éxito q podrían tener los depredadores al cambiar constantemente la
dirección de sus movimientos
No
hace falta ser muy sagaz para intuir q la zona de menor riesgo es el corazón
de la formación, un área privilegiada q no está al alcance de cualquiera, y q
está reservada para los machos de mayor edad
La
zona de menor confort, el borde de la formación es ocupada x las hembras y los
machos más jóvenes. Sin embargo, la aparente debilidad se compensa por el hecho
de q allí hay una mayor acumulación de individuos, formando lo q podríamos
denominar un “efecto muro”
A
través de modelos matemáticos se ha estudiado el comportamiento de bandadas de
aves, enjambres de insectos, manadas de ciertos animales terrestres y
cardúmenes de peces, buscando paralelismos. Al final, los expertos han
bautizado al comportamiento común como “flocking” (del inglés flock, rebaño)
Desde
el modelo matemático, el comportamiento “flocking” surge a partir de una serie
de sencillas reglas, las cuales no implican ningún tipo de coordinación
central. Entre ellas destacan tres: separación (evitando el
impacto), alineación (adaptación al rumbo colectivo) y cohesión (orientación
hacia el destino de la bandada)
Gracias
al comportamiento “flocking” los estorninos se mueven como si fuera una
entidad, cada movimiento se sincroniza en función de la percepción y de la
distancia de los vecinos. ¡Cuánto tenemos q aprender los humanos de los estorninos!