jueves, 5 de septiembre de 2019

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Encontrado en 1951 en una remota cuneta, el meteorito Wedderburn (llamado así x la cercanía con la ciudad del mismo nombre) ha intrigado a los científicos durante décadas. Se trata de una roca de colores negros y rojos, q pesa 210 gramos (algo más q un limón) q en algún momento cayó del cielo y de la q poco más se sabía. Hasta la fecha

Un nuevo estudio, publicado en la revista “American Mineralogist” y dirigido x Chi Ma, experto en minerales de la Universidad Tecnológica de California (Caltech), ha analizado a fondo el meteorito y ha encontrado una sorpresa en su interior: un tipo de mineral de carburo de hierro desconocido en la Tierra y al q han bautizado como edscottita. La investigación ha revelado además q junto con este mineral hay mezclados rastros de oro y hierro junto con otros minerales más raros como kamacita, schreibersita, taenita y troilita

El descubrimiento de edscottita, llamado así en honor al experto en meteoritos y cosmo-químico Edward Scott, de la Universidad de Hawai, es significativo xq nunca antes se había confirmado q esta formulación atómica distintiva de mineral de carburo de hierro ocurriese de forma natural (esta combinación ya se había recreado previamente en un laboratorio)
Se trata pues del requisito previo para q los minerales sean reconocidos oficialmente x la Asociación Internacional de Mineralogía (IMA x sus siglas en inglés). Se han descubierto entre 500.000 y 600.000 minerales en el laboratorio, pero menos de 6.000 q se produzcan en la naturaleza, x lo q el hallazgo es realmente singular

No se sabe cómo este mineral acabó en una cuneta dentro de un meteorito, aunque Geoffrey Bonning de la Universidad Nacional de Australia y q no participó en el estudio, apunta a q el material podría haberse formado en el núcleo incandescente y presurizado de un antiguo planeta. Según sus declaraciones, ofrecidas en el periódico digital “The Age”, este mundo productor de edscottita podría haber sufrido algún tipo de colisión cósmica colosal, involucrando a otro planeta, una luna o un asteroide, y haber sido destruido. Los fragmentos de este terrible choque habrían viajado en el tiempo y en el espacio hasta esa cuneta, sugiere Bonning