Esta es la historia de nuestra empanada. Todo comenzó un
día como el de ayer en un supermercado de la capital leonesa llamado “Mercadona”.
Cuando salió del horno, fue metida en una bolsa en la q se podía vislumbrar su
nombre: Empanada de atún. Yo la vi allí sola en esa estantería con una bonita
cartulina de color amarillo intenso en donde se indicaba su valor. No era
elevado, en torno a los 5 euros, x lo q me dispuse a hacerme con ella para
poder conocerla más…
En el día de hoy, le dije: “Voy a llevarte conmigo”, y
así fue. Ni corto ni perezoso, la cogí entre mis brazos y la deposite en el
maletero de mi coche. Iba a estar sola durante unas horas, hasta q saliera de
trabajar, pero entre las prisas y a q no estoy acostumbrado a llevar compañía en
la parte trasera del vehículo, me olvidé de ella allí… Más de 8 horas metida en
un maletero q fácilmente alcanzaba los 35ºC… Había alcanzado su tope de madurez,
su “doble” horneado
Al abrir el maletero allí estaba, calentita, y dejando
un rico olor en la tapicería del coche… Muelis fue la primera en conocerla
cuando la pasé a su coche. Después les llegó el turno a Hectoriano y Ross, en
la localidad de Montuerto. El día acompañaba, hacía mucho calor, el bochorno
ayudaba a ello, x lo q le dijimos a nuestra nueva amiga la empanada, quédate
ahí q nosotros nos vamos a meter al agua para refrescarnos y luego comerte, q
tendremos mucho más apetito…
Nos miraba atentamente desde aquella sombra de un árbol
como nos íbamos metiendo lentamente en esas frías aguas del Curueño. Muelis y
Ross se metieron de cuerpo entero, Yo hasta la petrina y Hectoriano con los
pantalones “refajaos” solamente hasta las rodillas. Nos salimos y nos fuimos
hasta las toallas y a la sombra del árbol q es donde estaba nuestra amiga la
empanada
Comenzamos a conocerla mejor, picando de un lado, de
otro… En esos momentos también conoció a otra amiga, la tortilla de Montejos, a
la morcilla panadera de Cáceres y al lomo de La Bañeza… Pero nos duró poco la
charla q teníamos entre ellas xq la tormenta, q amenazaba durante el camino,
nos sorprendió con un intenso aguacero… Rápidamente tuvimos q buscar refugio
debajo del tejadillo del bar del pueblo, donde, después de la carrera como si
de una etapa del Pekin Express se tratara y buscásemos la inmunidad perpetua,
nos dimos cuenta q perdimos partes de nuestra amiga la empanada… Ya nunca fue
lo mismo la comida allí debajo de aquel tejadillo… La lluvia nos había
fastidiado ese momento tan bonito debajo del árbol
Seguía lloviendo, y lloviendo y la empanada y demás
amigos nos veían comer los helados derretidos y los cafés con menos leche q
hayamos visto en nuestras agitadas vidas… Nos vieron también como “preparábamos”
pizzas con unas cartas y más tarde “sushi”… Nos dio x ahí, ya ves… Una tarde de
verano enrolados como auténticos maestros de la cocina más divertida
En fin, esperemos q para otro día, nuestra querida
amiga empanada pueda disfrutar mucho más de todo un auténtico día de verano
leonés en la montaña