En
unas pequeñas islas a medio camino entre la Antártida y Australia, ocurre lo q
Darwin sugería. Las moscas caminan y las polillas se arrastran x el suelo. Como
ellas, muchas especies de insectos que allí habitan han perdido su capacidad de
volar
Darwin
conocía un caso similar en Madeira, donde muchos escarabajos habían dejado de
surcar los cielos. Para el biólogo era sencillo: el viento no es un
buen amigo de los insectos voladores en una isla. Si se aventuran un
poco, pueden acabar en medio del mar sin posibilidad de regresar a
casa. “Los q quedan en tierra para producir la próxima generación son más
reacios al despegue y la evolución hace el resto”, afirma Rachel Leihy, de la
Facultad de Ciencias Biológicas de la Universidad de Monash
El
famoso botánico Joseph Hooker había visitado las islas subantárticas
Kerguelen y en sus cartas a Darwin había comentado el curioso número de
escarabajos y polillas q no volaban. Sin embargo, creía q la hipótesis del
viento estaba equivocada, ya q no explicaba la gran proporción de insectos no
voladores en ambientes continentales, como los desiertos, donde el mecanismo de
desplazamiento impulsado x el viento no se aplicaría. Hooker no proporcionó una
explicación alternativa de x q la falta de vuelo podría evolucionar entre los
insectos de las islas, pero desde entonces, muchos otros científicos también
han expresado sus dudas sobre las ideas de Darwin
Claro
q muchas de estas discusiones ignoraban q estas islas subantárticas están
situadas en los Rugientes cuarenta y los Furiosos cincuenta, dos zonas de
fuertes vientos existentes entre las latitudes 40º y 50º S de los océanos
australes. Se trata de 28 islas del Océano Austral y cinco islas del Ártico.
Las primeras, especialmente las de la región subantártica, como la isla Marión
y la isla Heard, tienen un número notable de especies de insectos no voladores
en comparación con las islas de otros lugares. “Casi la mitad (47%) de las
especies de insectos de las islas del Océano Austral han perdido la capacidad
de volar. Esto incluye especies de muchos grupos taxonómicos diferentes,
incluidos escarabajos, polillas, moscas y avispas”, señala Leihy a este
periódico
“Algunas
especies no voladoras han perdido x completo sus alas. Sin embargo, muchas
todavía las conservan. Son muy cortas y no pueden usarse para volar. Otras
tienen alas de tamaño completo, pero músculos de vuelo reducidos”, describe la
autora principal del estudio, publicado en la revista “Proceedings of the Royal
Society B”
El
equipo comprobó diferentes hipótesis para explicar la pérdida de la capacidad
de vuelo. X ejemplo, la de la estabilidad del hábitat sostiene q en entornos
muy estables y predecibles, los insectos podrían no necesitar volar para evitar
rápidamente las condiciones cambiantes, x lo q el vuelo es menos útil. Del
mismo modo, en lugares donde hay menos depredadores, el vuelo puede ser menos
ventajoso q en lugares donde hay muchos depredadores q evadir. En ambientes
fríos, como en las cimas de las montañas, el vuelo también puede ser demasiado
costoso energéticamente
“Probamos
todas las hipótesis alternativas para el Océano Austral y descubrimos q la
velocidad del viento es el mejor indicador del número de especies de insectos
no voladores en estas islas”, señala Leihy. Las condiciones ventosas hacen q el
vuelo de los insectos sea más difícil y energéticamente costoso. Así, los
insectos dejan de invertir en el vuelo y su costosa maquinaria subyacente
(alas, músculos de las alas) y redirigen los recursos a la reproducción. Como
afirma la investigadora, “es extraordinario q después de 160 años, las ideas de
Darwin continúen aportando conocimientos a la ecología”