El
calor hacia mella en la selva de Irati y nosotros llegamos con cinco minutos de
antelación al restaurante casa Sario, en el pueblo de Jaurrieta. Lo cierto es q
la recomendación q le hicieron a Sergio sus compañeros, mereció totalmente la
pena, xq comimos muy bien y muy económico, ya q x unos 17 euros cada uno comimos
tres ricos platos. No recuerdo muy bien el nombre completo de algunos de ellos,
pero en mi caso me pedí una especie como de cestita de hojaldre rellena de
verduras y un bistec. Todo muy bueno y q nos sentó genial, ya q antes de marchar
nos dimos una vuelta x el pueblo y tengo q decir q me gustó mucho. Muy cuidado,
con esos caseríos grandiosos de la zona, su frontón de pelota vasca… Una gozada
y un pueblo recomendable para visitar y perderse x sus callejuelas con los
balcones floridos
Como
Sergio había bebido vino para comer junto con Lauris, de nuevo me volvió a
tocar a mi llevar el coche, x ser chico sano, jejeje. Nos adentramos en la bala
a 695ºC y pusimos rumbo hasta la otra entrada de la selva de Irati, q se entra
x la zona de Ochabavía (o en vasco Otxagabia). La verdad q me encantó poder
conducir el coche x estas carreteras con curvas de montaña es algo q me encanta
hacer y q disfruto como un enano (lastima q no hubiera llevado mi Copito para
haber conducido con ellas en mi modo sport, jejeje). Sergio nos indicó un lugar
en lo alto de la carretera donde se veía todo el valle de Salazar, desde lo alto
de la sierra de Abodi. Unas vistas espectaculares q transmitían paz y sosiego. Algo
de lo q creo q todos andamos muy necesitados. Necesitamos parar y contemplar lo
q tenemos alrededor, q son cosas preciosas, y debido al ajetreo de vida q
llevamos, no lo tenemos en cuenta. Gracias Sergio x habernos traído hasta aquí,
parar y contemplar esto, fue impagable
A
partir de aquí, Sergio volvió a coger el coche y nos pusimos a bajar la sierra
de Abodi, ya q el punto de información de la selva de Irati estaba en el fondo
del valle, junto al rio Irati. Este ha sido uno de los paseos en coche más
bobitos q he contemplado en mi vida. La carretea discurre a través de hayedos ¿se
puede pedir más? Cuando aparcamos, Sergio saludo a su otra compañera de
trabajo, q le reconoció después de unos segundos hablando, jejeje. Éramos VIP,
y nos recomendó hacer una pequeña ruta x entre los hayedos hasta llegar a uno
de los extremos del embalse de Irabia (si, conecta las dos puntas de entrada de
la selva de Irati este embalse, es inmenso)
Cogimos
las mochilas, con provisiones, y nos pusimos ha hacer la ruta circular para q
nos diese tiempo y q no se nos hiciera de noche. La verdad q no fue nada difícil,
un pequeño repechín de subida, pero una vez q estabas en el camino, era todo plano.
Parece mentira la sombra q dan los hayedos centenarios, ya q el calor q hacía
apenas se notaba con la rica sombra q nos ofrecían los árboles. Hablábamos, íbamos
riendo, contándonos cosas, admirando el paisaje, hasta q Lauris en un pequeño
recuerdo de su etapa estudiantil como bióloga, se puso a mirar unos frutos q había
en un arbusto al lado del camino, no miró hacia delante y metió el pie en un
agujero q le hizo tropezar y caer como un sapo al suelo. Yo lo vi todo a cámara
lenta… Lo tengo grabado en mi retina. Raspó toda la rodilla derecha en el suelo
de la selva de Irati, dejando allí su material genético para el resto de fauna
invertebrada q buscase alimento x el suelo… Pobre, ¡y nosotros sin botiquín! En
carne viva q le quedó… Reconozco q me asusté al principio, pero acto seguido al
ver q estaba bien me empecé a descojonar de la risa, lo siento, soy así…
Cuando
la tullida se nos repuso, seguimos la travesía x el sendero y cada poco parábamos
para q descansase y tomara fuerzas. No llegamos hasta el final del embalse, lo
acortamos, pero hicimos una ruta de unos 5 km, para alguien q no está acostumbrado
a caminar, fue todo un logro, jejeje
Pudimos
descansar también junto al rio Irati, donde aprovechamos para hacer unas
cuantas fotos, y más tarde nos acercamos hasta la cascada del cubo, uno de los
sitios más bonitos de la zona (y ya es decir, xq la zona en si es preciosa toda
ella). Si vuelvo a este lugar, me quedo con los pies metidos aquí durante
horas, jejeje. Aprovechamos bien el día, xq nos fuimos de allí casi
anocheciendo, nos aguardaban unos cuantos kilómetros más de vuelta a casa y temíamos
x el deposito de combustible de Sergio, q lo llevaba al mínimo y según el con
eso le daría para unos 100 km… No quisimos comprobarlo y repostamos gasolina en
Ochagavía…
Cuando
llegamos a casa, nos recibieron los 19 gatos q había x allí campando a sus
anchas, nos duchamos y cenamos de latas de conservas. Todo muy light mientras
veíamos a Sergio con el móvil entre las manos, jajaja y no prestando atención a
la experiencia de aislamiento q veíamos en “cuarto milenio”, hasta q oímos unos
golpes en la puerta del piso de Sergio y se nos encogió el culo… ¿Habría sido
su único vecino de mirada intimidatoria q x la mañana salude y no me dijo nada?
Q miedo pasamos, nos fuimos a dormir y cerramos la puerta x si acaso…